La referencia del título recuerda, un acto de Freud memorable y riesgoso, en la difícil cura del hombre de los Lobos, que consistió en poner un límite a la cura.
No puede dudarse del valor de esta medida coactiva. Ella
es eficaz, bajo la premisa de que se la adopte en el momento justo, pero no
puede dar ninguna garantía de la tramitación completa de la tarea. Por otra parte, no se puede indicar con carácter
de validez universal el momento justo para la introducción de este violento
recurso técnico; queda librado al tacto. Un yerro será irreparable. No se debe
olvidar el aforismo de que el “león salta una vez sola”.[1]
Estamos casi al final, en Análisis terminable
e interminable. Lejos del primer abordaje del acto en Psicopatología de la vida
cotidiana, a partir de la idea del
inconsciente como deseo que se presenta bajo la forma de formaciones, tales
como los sueños, las equivocaciones, los olvidos, los actos fallidos o los
lapsus. Se trataba del descubrimiento del inconsciente y su emergencia en la cura.
Podemos ubicar un segundo momento en Freud
donde el acto del analista es interrogado. En los Escritos
técnicos, sobre todo Recuerdo, repetición y elaboración, el acto
es abordado desde otra perspectiva. Algo que, como repetición surge en el lugar
de la rememoración buscada y se le opone. Es en la
escena transferencial, donde Freud ve surgir algo que cuestiona entonces el aparato
interpretativo. Se trata, para el analista, de cómo actuar analíticamente al
respecto cuando los poderes de la palabra flaquean.
Podemos
ubicar un tercer momento donde Freud frente
a la “roca viva” ubica al Psicoanálisis en relación a un imposible. Si bien
plantea la ambición teórica de lograr una diferencia entre el analizado, con
posibilidad de ser analista y el no analizado, prudentemente, aclara que si
bien esto es claro en la teoría, es menos claro en el terreno de los hechos.
Hay algo que no puede ser recordado y en
ese lugar ve surgir una roca conmemorativa que es la del fantasma que se yergue
sobre el agotamiento del saber y sus
efectos de verdad frente al enigma de la relación sexual.
Lacan
aborda las variantes del acto en la escena transferencial, pero se pregunta por
el lugar del analista operando en ese campo. Al principio, ese lugar era el
lugar del Otro. Son los momentos en que Lacan teoriza el Freud de la primera
tópica, donde encuentra la primacía de lo simbólico en las formaciones del
inconsciente.
A
partir del seminario 7, el acento cae sobre
La cosa, aquí el interlocutor es el Freud del Proyecto para neurólogos, una
obra muy anterior.
En el seminario 8, Das
ding pasa a explicar ese aspecto de la transferencia, que se dirige al
Agalma , cosa preciosa escondida bajo distintos ropajes o envolturas. El analista
pasa a encarnar el objeto agalmático en juego. Hay como un corrimiento del
analista del lugar del Otro como garante de la verdad, correlativo al surgimiento del objeto a.
En el seminario 10, la angustia surge como
correlato subjetivo del objeto. Y con ello se redefinen una cantidad de cosas,
acto, angustia , objeto están anudadas
al el nacimiento del Sujeto como sujeto del significante y como objeto ignorado.
El
objeto se vuelve causa. Es en el camino a la realización del deseo que emergen
las alternativas, que Freud enumero como Inhibición, síntoma y angustia, pero
también como acting- out, pasaje al acto y acto. Es partiendo de la angustia en
relación al deseo del Otro y la ubicación del objeto fantasmático que Lacan
esclarece de manera magistral la diferencia ente pasaje al acto y acting –out.
Es
también en este seminario donde el acto analítico irrumpe en el punto donde el
saber se eclipsa y emerge el matema del S(A) barrado. Lo que lo llevará a
profundizar la lógica del acto
estrechamente vinculada a la del fantasma en los seminarios 14 y 15.
El
sujeto ya no es idéntico al sujeto del inconsciente y por otro lado, el
análisis del inconsciente conduce a dos
obstáculos: Lo interminable del
sentido, o lo inamovible
del fantasma. Es a partir de estas coordenadas del problema que Lacan
aborda el tema del acto.
El acto
implica para un sujeto ir más allá de su
doble sujeción a los designios de un Otro que lo aliena en la remisión
infinita del sentido por una parte y por otra del goce que, en su secreta posición
de objeto de goce del Otro anida en
la fijeza del fantasma. De allí que se infiera que el papel del objeto como
causa de deseo esté en juego y que el
artificio del dispositivo analítico, y
el hacer del analista implique
ocupar, a contrapelo del fantasma, ese enigmático lugar, definido en el
Discurso del analista como el del objeto.[2]
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Si
un acto se caracterizaría por algo es por no ser una repetición, sino que tiene
como efecto fundar un antes y un después.
Desde este punto de vista el acto analítico, es lo que viene
a interceptar lo que se presenta oscuramente
como repetición o como destino. Lacan
observa que el único acto logrado es el
suicidio[3]. Se deduce de esto que los
actos son siempre en algún punto fallidos en tanto, ningún acto cierra por
completo el imperativo que Freud profiriera como “Wo ess war soll ich werden”[4] y que Lacan enseño a leer
como la disyunción incurable que separa “el no pienso” del “no soy”. A
diferencia del suicidio, el acto no cierra sino que abre el vértigo de lo extra-
ordinario.
Selva Acuña.
[1]
Análisis terminable e interminable. S. Freud.
[2]
Seminario XVII. El envés del psicoanálisis. J. Lacan
[3]
Radiofonía y televisión. Parte 5º
[4]
Recordemos
"que el sujeto advenga, soll ich werden, puede ser
tan impracticable como el deber kantiano"
Seminario 14.
Lógica del fantasma. J. Lacan
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