miércoles, 24 de febrero de 2016

.El león salta una sola vez o la temporalidad del acto



La referencia del título recuerda, un acto de Freud memorable y riesgoso,  en la difícil cura del hombre de los Lobos, que consistió en poner un límite a la cura.

No puede dudarse del valor de esta medida coactiva. Ella es eficaz, bajo la premisa de que se la adopte en el momento justo, pero no puede dar ninguna garantía de la tramitación completa de la tarea. Por otra parte, no se puede indicar con carácter de validez universal el momento justo para la introducción de este violento recurso técnico; queda librado al tacto. Un yerro será irreparable. No se debe olvidar el aforismo de que el “león salta una vez sola”.[1]
 Estamos casi al final, en Análisis terminable e interminable. Lejos del primer abordaje del acto en Psicopatología de la vida cotidiana,  a partir de la idea del inconsciente como deseo que se presenta bajo la forma de formaciones, tales como los sueños, las equivocaciones, los olvidos, los actos fallidos o los lapsus. Se trataba del descubrimiento del inconsciente  y su emergencia en la cura.
Podemos ubicar un segundo momento en Freud donde el acto del analista es interrogado. En los Escritos técnicos, sobre todo Recuerdo, repetición y elaboración,   el acto es abordado desde otra perspectiva. Algo que, como repetición surge en el lugar de la rememoración buscada y se le opone. Es en la escena transferencial, donde Freud   ve surgir  algo que cuestiona entonces el aparato interpretativo. Se trata, para el analista, de cómo actuar analíticamente al respecto cuando los poderes de la palabra flaquean.
Podemos ubicar un tercer momento  donde Freud frente a la “roca viva” ubica al Psicoanálisis en relación a un imposible. Si bien plantea la ambición teórica de lograr una diferencia entre el analizado, con posibilidad de ser analista y el no analizado, prudentemente, aclara que si bien esto es claro en la teoría, es menos claro en el terreno de los hechos. Hay algo  que no puede ser recordado y en ese lugar ve surgir una roca conmemorativa que es la del fantasma que se yergue  sobre el agotamiento del saber y sus efectos de verdad frente al enigma de la relación sexual.
Lacan aborda las variantes del acto en la escena transferencial, pero se pregunta por el lugar del analista operando en ese campo. Al principio, ese lugar era el lugar del Otro. Son los momentos en que Lacan teoriza el Freud de la primera tópica, donde encuentra la primacía de lo simbólico en las formaciones del inconsciente.
A partir del seminario 7, el acento cae sobre La cosa, aquí el interlocutor es el Freud del Proyecto para neurólogos, una obra muy anterior.
 En el seminario 8,  Das ding pasa a explicar ese aspecto de la transferencia, que se dirige al Agalma , cosa preciosa escondida bajo distintos ropajes o envolturas. El analista pasa a encarnar el objeto agalmático en juego. Hay como un corrimiento del analista del lugar del Otro como garante de la verdad, correlativo al  surgimiento del objeto a.
 En el seminario 10, la angustia surge como correlato subjetivo del objeto. Y con ello se redefinen una cantidad de cosas, acto,  angustia , objeto están anudadas al el nacimiento del Sujeto como sujeto del significante y como objeto ignorado.
El objeto se vuelve causa. Es en el camino a la realización del deseo que emergen las alternativas, que Freud enumero como Inhibición, síntoma y angustia, pero también como acting- out, pasaje al acto y acto. Es partiendo de la angustia en relación al deseo del Otro y la ubicación del objeto fantasmático que Lacan esclarece de manera magistral la diferencia ente pasaje al acto y acting –out.
Es también en este seminario donde el acto analítico irrumpe en el punto donde el saber se eclipsa y emerge el matema del S(A) barrado. Lo que lo llevará a profundizar la lógica  del acto estrechamente vinculada a la del fantasma en los seminarios 14 y 15.
El sujeto ya no es idéntico al sujeto del inconsciente y por otro lado, el análisis del inconsciente conduce a dos  obstáculos: Lo  interminable del sentido, o   lo inamovible  del fantasma. Es a partir de estas coordenadas del problema que Lacan aborda el tema del acto.  
El acto implica para un sujeto ir más allá de su  doble sujeción a los designios de un Otro que lo aliena en la remisión infinita del sentido por una parte y por otra del goce que, en su secreta posición de objeto  de goce del Otro anida en la fijeza del fantasma. De allí que se infiera que el papel del objeto como causa de deseo  esté en juego y que el artificio del dispositivo analítico, y  el hacer del analista implique  ocupar, a contrapelo del fantasma, ese enigmático lugar, definido en el Discurso del analista como el del objeto.[2]
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Si un acto se caracterizaría por algo es por no ser una repetición, sino que tiene como efecto fundar un antes y un después.  Desde este punto de vista el acto analítico, es lo que viene a interceptar lo que se presenta  oscuramente como repetición o como destino.  Lacan observa  que el único acto logrado es el suicidio[3]. Se deduce de esto que los actos son siempre en algún punto fallidos en tanto, ningún acto cierra por completo el imperativo que Freud profiriera como “Wo ess war soll ich werden”[4] y que Lacan enseño a leer como la disyunción incurable que separa “el no pienso” del “no soy”. A diferencia del suicidio, el acto no cierra sino que abre el vértigo de lo extra- ordinario.
 Selva Acuña.






[1] Análisis terminable e interminable. S. Freud.
[2] Seminario XVII. El envés del psicoanálisis. J. Lacan
[3] Radiofonía y televisión. Parte 5º
[4] Recordemos "que el sujeto advenga, soll ich werden, puede ser tan impracticable como el deber kantiano" 
  Seminario 14. Lógica del fantasma. J. Lacan

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