El fantasma y la vida erótica.
La
erótica no se restringe a lo sexual genital, sino que perteneciendo al
orden del exceso, es aquello que pervierte, el cuerpo y la función del
órgano, inundándolo de ese plus que Freud llamó libido y que Lacan
llamará goce.
Algunas viñetas clínicas bastante clásicas en la experiencia de los analistas.
Un hombre cuya mujer está embarazada empieza a sentir que es presa de un irrefrenable impulso a serle infiel con prostitutas.
Una
mujer logra llegar al orgasmo solo si imagina que su partenaire no es
su marido, al que por otra parte ama, sino otro hombre que
invariablemente, digamos no le estaría permitido.
Un hombre imagina a su mujer siéndole infiel, y así logra hacerle el amor a su amante.
Por
lo que se ve, el abordaje del acto sexual participa del malentendido y
la cama del neurótico es un lugar donde hay mas gente de la que se ve a
simple vista.
Al final de su Obra Freud concluye
que el trastorno de la relación entre los sexos es una un síntoma
generalizado. No se trata de una limitación particular.
El
artificio inventado por Freud, comienza por el efecto sujeto dividido
de inconciente, y concluye frente a una roca, cuya sustancia es goce y
emerge por una la decantación hacia ese otro polo del fantasma que es
el objeto. A veces para el propio analizante, descubre sorprendido, un
rasgo reconocible, ya sea en las elecciones amorosas, o en los
conflictos con la autoridad o con los eventuales rivales, para dar
ejemplos conocidos.
De las vicisitudes de la
transferencia Freud extrajo las “condiciones” inconcientes de la
elección de la elección amorosa. Esas condiciones anudan lo imaginario,
es decir aquello que pertenece al registro narcisista, el goce en
juego en el aporte pulsional, y las constelaciones simbólicas que
determinaron, la conformación del objeto causa de deseo.
El
fantasma surgió de la clínica, y su carácter erótico irrumpió en ese
escenario privilegiado fue el de la transferencia. Poniendo en juego
aquellas marcas que determinaron, en el sujeto, su lugar de objeto en
el deseo del Otro.
El encuentro fallido por estructura, que es lo mismo que decir por castración, es lo que anuda al fantasma a la repetición.
El
polo sujeto del inconciente es el que despliega la riqueza de escenas
y personajes en la historia del analizante mientras que el otro polo,
el del objeto es lo que decanta las condiciones invariantes y fijas de
su goce.
Es lo que nos revela Freud en sus artículos sobre la vida amorosa.
Allí
extrae esa función constante que es la del “tercero perjudicado”, y la
degradación del objeto, resultante de esa rajadura del objeto de amor y
el objeto de deseo que resulta de la división entre la madre y la
prostituta.
Las dos condiciones estudiadas responden fundamentalmente a la elección de objeto en el hombre.
El
neurótico no va solo a ese encuentro con el Otro sexo, va acompañado
por el fantasma. Allí en su escenario secreto, rebaja el objeto a objeto
de la demanda del Otro, donde lo pulsional contribuye desde la secreta
equivalencia fálica de los objetos, como promesa de goce
restitutiva.[1]
Pero el fantasma es también el que
presta su marco a lo que se llama realidad psíquica. La tela de lo que
llamamos realidad es la misma que la del fantasma.
La
pantalla del fantasma está asediada por lo real. Dado que el
inconciente no dice nada del Otro sexo, habla una sola lengua la
macho-dicción, el fantasma es lo que viene a suplir el libreto- saber,
que falta, haciendo del objeto causa, objeto señuelo de deseo. La
clínica muestra que la escena del fantasma, puede virar hacia el otro
polo, donde el sujeto pierde pie, ante la emergencia de ese agujero en
el Otro al que es aspirado como objeto.
En el
seminario 20 Aún, en el muy comentado cuadro de la sexuación, Lacan
extrema la lógica de la no relación, sostenida por el significante
Fálico, confrontándola con el Otro goce, allí acomoda el fantasma
repartiendo sus términos. Hay planteado entre estos dos polos un
inconmensurable, el mismo que se pone en juego en el encuentro amoroso.
Del
lado macho queda el Matema sujeto del inconciente, y el significante
Falo, (o sea Todo lo que se puede decir y representar), del lado “no
toda” el objeto a y ese punto enigmático que se cifra como S(A/)
.Significante que bordea un vacío.
Del lado
masculino cuando se trata de abordar el otro sexo se lo aborda con el
fantasma, y el partenaire es el objeto a, lo que muestra el carácter
fetichista del deseo masculino.
La cuestión del
erotismo, el fantasma, y el goce del lado femenino son menos
transparentes, solo puede decirse con palabras prestadas. Hay un goce
Otro, suplementario, pero no se lo puede decir, solo mal-decir. Ellas,
sin embargo no son precisamente mudas, hablan con palabras prestadas y
con ellas tejen su puente con palabras de amor, haciendo consistir al
Otro.
El significante fálico es el mediador,
“remedio” y obstáculo a la vez. Lo que da lugar a ese juego de
semblantes y malentendidos. Aún cuando el fantasma falle su objeto, y
ese goce de cada cual por su lado, desmienta que el amor puede hacer de
dos Uno, hay encuentros pero dependen de lo contingente y así Lacan
decía:
Pues no hay allí más que encuentro,
encuentro, en la pareja, de los síntomas, de los afectos, de todo cuanto
en cada quien marca la huella de su exilio, no como sujeto sino como
hablante, de su exilio de la relación sexual. [2]
Algo,
a veces se inscribe, en el destino de cada uno, por lo cual, durante un
tiempo, tiempo de suspensión, lo que sería la relación sexual encuentra
en el ser que habla su huella y su vía de espejismo. Del “no
escribirse” al “no cesa de escribirse”, de contingencia a necesidad,
éste es el punto de suspensión del que se ata el tiempo de todo amor y
que lo hace inolvidable.
Selva Acuña
[1]
(…)ese objeto a que el neurótico se hace ser en su fantasma y bien,
diré que casi le va como las polainas a un conejo. De allí que el
neurótico nunca haga gran cosa con su fantasma. Eso logra defenderlo
contra la angustia justamente en la medida en que es un a postizo.
[2] Seminario 20, clase 11. J.Lacan
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